viernes, 5 de marzo de 2010

La Difunta Correa

Reportaje fotográfico: La Difunta Correa
(La Difunta Correa, San Juan 2009, Argentina)
Cientos de botellas con agua son dejadas diariamente en los santuarios dedicados a la Difunta Correa que se encuentran en pequeños altares, oratorios y nichos en todas las rutas del país, desde Jujuy a Tierra del Fuego. Agua para una mujer que murió sed en medio de un desierto de arena y piedra allá por 1841.

Cuenta la historia y la leyenda que cuando su marido fue tomado prisionero en medio de los conflictos entre unitarios y federales, Deolinda Correa con su pequeño hijo en brazos partió en su búsqueda bajo el calcinante sol de la "travesía sanjuanina" (como denomina a este desierto Domingo F. Sarmiento en su obra Recuerdos de Provincia). Pero la sed y el cansancio pudieron más que su voluntad, y murió en las cercanías de Caucete. Dicen que antes de morir invoca a Dios para que salve a su pequeño hijo. Y el milagro se produjo. Tres días después, unos arrieros atraídos por el llanto de un niño descubren el cadáver de Deolinda y al pequeño alimentándose de los pechos milagrosamente vivos. Los hombres le dieron sepultura y se llevaron al niño. Años más tarde, otros arrieros que estaban buscando infructuosamente unos animales perdidos, al ver la tumba imploraron su ayuda y la Difunta respondió al pedido. Así comienza un culto que lleva casi 160 años y que continúa creciendo.


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